Espectacular!!!
El iceberg siempre ha sido algo misterioso y tremendo. De entrada, por la desproporción entre lo que se ve a flote y lo oculto. Pensar que debajo de las apariencias de lo que se ve al aire, queda sumergido el 91,7 % de su volumen, es algo que impresiona.
Según se puede leer en la prensa, hay circulando por los mares del sur algunos iceberg inmensos. El B-10A, por ejemplo, tiene 66 kilómetros de longitud y 21 de ancho. Es un poco mas grande que la isla de Lanzarote. 244 veces mas largo que el Titanic. Desde hace siete años, El B-10A navega en las aguas antárticas a una velocidad media de 13 kilómetros por día. Lo hace sin rumbo fijo, según soplen los vientos y las corrientes. Es mas pequeño, a fin de cuentas, que el que anduvo un tiempo por esos mismos lugares en torno a 1956, con una superficie flotante de 317 x 95 kilómetros.
¿Que altura tendría ese trozo de hielo si se pudiera poner, de una pieza, en tierra firme? ¿Donde habría que ponerse para hacerle una foto a semejante mole? Algo de este vértigo sacude también si nos atrevemos a pensar en las (des) proporciones que hay entre el ser real y las apariencias de tantas cosas que flotan en nuestro entorno cultural, como las noticias, ficciones, músicas o partidos de fútbol en periódicos, radios y televisiones, o las historias en libros y películas, los cuadros en los museos o los Web en Internet. Hay vértigo también al pensar la trayectoria errática y la descomunal inercia de alguna de estas cosas, que con suaves cantos llaman nuestra atención, para luego dejar nuestra sensibilidad arrasada, tras atropellarnos con la piedad de un aerolito a cámara lenta.
Nada es lo que parece, difícil discernir entre lo real y lo aparente.
El iceberg siempre ha sido algo misterioso y tremendo. De entrada, por la desproporción entre lo que se ve a flote y lo oculto. Pensar que debajo de las apariencias de lo que se ve al aire, queda sumergido el 91,7 % de su volumen, es algo que impresiona.
Según se puede leer en la prensa, hay circulando por los mares del sur algunos iceberg inmensos. El B-10A, por ejemplo, tiene 66 kilómetros de longitud y 21 de ancho. Es un poco mas grande que la isla de Lanzarote. 244 veces mas largo que el Titanic. Desde hace siete años, El B-10A navega en las aguas antárticas a una velocidad media de 13 kilómetros por día. Lo hace sin rumbo fijo, según soplen los vientos y las corrientes. Es mas pequeño, a fin de cuentas, que el que anduvo un tiempo por esos mismos lugares en torno a 1956, con una superficie flotante de 317 x 95 kilómetros.
¿Que altura tendría ese trozo de hielo si se pudiera poner, de una pieza, en tierra firme? ¿Donde habría que ponerse para hacerle una foto a semejante mole? Algo de este vértigo sacude también si nos atrevemos a pensar en las (des) proporciones que hay entre el ser real y las apariencias de tantas cosas que flotan en nuestro entorno cultural, como las noticias, ficciones, músicas o partidos de fútbol en periódicos, radios y televisiones, o las historias en libros y películas, los cuadros en los museos o los Web en Internet. Hay vértigo también al pensar la trayectoria errática y la descomunal inercia de alguna de estas cosas, que con suaves cantos llaman nuestra atención, para luego dejar nuestra sensibilidad arrasada, tras atropellarnos con la piedad de un aerolito a cámara lenta.
Nada es lo que parece, difícil discernir entre lo real y lo aparente.